Dear sisters in faith,

I would like to begin our reflection this Sunday of Ordinary Time by inviting you to admire this beautiful image: the Virgin of Guadalupe and the child Jesus, resting together, reclining among green cacti.

Imagine for a moment the peace that can be felt within this scene. It is as if, after a long walk, mother and child had decided to take a necessary rest, finding comfort and repose in the midst of nature.

This image tells us that Jesus knows the importance of rest in the comings and goings of life and prepares us to delve into the reflection of the Gospel of Mark and Psalm 23, which today speak to us precisely about the need to find moments of rest and spiritual renewal.

In the Gospel of Mark, we read:

"The apostles gathered around Jesus and reported to him all they had done and taught. Then, because so many people were coming and going that they did not even have a chance to eat, he said to them, 'Come with me by yourselves to a quiet place and get some rest.'

So they went away by themselves in a boat to a solitary place. But many who saw them leaving recognized them and ran on foot from all the towns and got there ahead of them.

When Jesus landed and saw a large crowd, he had compassion on them, because they were like sheep without a shepherd. So, he began teaching them many things."

This passage offers valuable lessons for caring for our rest and ensuring our constant spiritual renewal.

First, we observe that Jesus himself recognizes the need for his disciples to withdraw and rest. In our ministries, we often find ourselves giving and giving in the hustle and bustle of life, attending to the needs of others, and often neglecting our own well-being. Jesus shows us that it is essential to find moments of quiet and rest to renew our strength. Remember, to care for others, we must first care for ourselves, and sometimes we don’t even leave time to eat!

Secondly, we see how Jesus takes care of the crowd while giving his disciples time and space to rest. When he saw the crowd, "he had compassion for them, because they were like sheep without a shepherd." This compassion is not just a feeling of pity but a concrete action: he began teaching them many things. Jesus, with his great love for humanity and the community, makes himself present during the urgent needs of the crowd, allowing his disciples to rest.

In our daily lives and ministry, we can trust that Jesus takes care of our concerns, giving us the space to renew ourselves in his love. Resting in his love means ceasing to cling to the same answers, asking ourselves the same questions, as this indicates that we are "resting" in the pastures of our own recycled water, and that is what we share with those who come to us. But Jesus also cares for us, offering us the assurance of his presence as green pastures where our spirit can rest.

Now, let us look at this message considering Psalm 23, which says:

"The Lord is my shepherd; I lack nothing.

He makes me lie down in green pastures,

he leads me beside quiet waters,

he refreshes my soul."

In this beautiful psalm full of hope, we find profound aspects that strengthen our understanding of rest and renewal. Jesus invited his disciples to a solitary place to rest, and the psalm reminds us that God leads us to places of peace and renewal. It is essential to find these moments of tranquility in the presence of the sacred to renew our strength. Let us allow ourselves to rest in the green pastures and beside the quiet waters that God offers in special moments of our lives.

Sisters, reflecting on the message of Psalm 23 with the example of Jesus in the Gospel, we find a refreshing and luminous call to be compassionate shepherds and caregivers, always seeking the balance between serving others and taking care of ourselves. May Jesus, the source of quiet waters, guide us, renew us, and encourage us in our daily ministry.

Amen

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Queridas hermanas en la fe,

Quisiera comenzar nuestra reflexión de este domingo de tiempo ordinario invitándolas a admirar esta hermosa imagen: la Virgen de Guadalupe y el niño Jesús, descansando juntos, recostados en medio de unos cactus verdes.

Imaginen por un momento la paz que puede sentirse dentro de esta escena. Es como si, después de una larga caminata, madre e hijo hubieran decidido tomar un descanso necesario, encontrando consuelo y reposo en medio de la naturaleza.

Esta imagen nos dice que Jesús sabe de la importancia del descanso en el ir y venir de la vida y nos prepara para adentrarnos en la reflexión del Evangelio de Marcos y el Salmo 23, que hoy nos hablan precisamente de la necesidad de encontrar momentos de reposo y renovación espiritual.

En el Evangelio de Marcos, leemos:

"En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: 'Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco', porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.

Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.

Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas."

Este pasaje ofrece lecciones valiosas para cuidar nuestro descanso y procurar nuestra constante renovación espiritual.

Primero, observamos que Jesús mismo reconoce la necesidad de sus discípulos de apartarse y descansar.

En nuestros diferentes ministerios, muchas veces nos encontramos dando y dando en el ir y venir de la vida, atendiendo a las necesidades de los demás, y a menudo descuidamos nuestro propio bienestar.

Jesús nos muestra que es esencial encontrar momentos de quietud y reposo para renovar nuestras fuerzas.

Recordemos que, para poder cuidar de otros, primero debemos cuidar de nosotras mismas y ¡a veces no dejamos tiempo ni para comer!

En segundo lugar, vemos cómo Jesús se hace cargo de la multitud mientras da tiempo y espacio para que sus discípulos descansen.

Cuando vio a la multitud, "se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor".

Esta compasión no es simplemente un sentimiento de pena, sino una acción concreta: se puso a enseñarles muchas cosas.

Jesús, con su gran amor por el ser humano y la comunidad, se hace presente en medio de las necesidades urgentes de la multitud, permitiendo que sus discípulos descansen.

En nuestra vida diaria y en nuestro ministerio, podemos confiar en que Jesús cuida de nuestras preocupaciones, dándonos el espacio para renovarnos en su amor. Descansar en su amor es dejar de seguir atadas a las mismas respuestas planteándonos las mismas preguntas porque esto es señal de que “descansamos” en los pastos de nuestra propia agua reciclada y eso es lo que compartimos a quienes acuden a nosotras. Pero Jesús cuida de nosotras también, ofreciéndonos la certeza de su presencia como verdes pastos para que descanse nuestro espíritu.

Ahora, miremos este mensaje a la luz del Salmo 23, que dice:

"El Señor es mi pastor, nada me falta;

en verdes praderas me hace descansar.

Junto a tranquilas aguas me conduce,

me infunde nuevas fuerzas”.

En este hermoso salmo lleno de esperanza encontramos aspectos profundos que fortalecen nuestra comprensión sobre el descanso y la renovación.

Jesús invitó a sus discípulos a un lugar solitario para descansar, y el salmo nos recuerda que Dios nos lleva a lugares de sosiego y renovación. Es esencial encontrar estos momentos de tranquilidad en la presencia de lo sagrado para renovar nuestras fuerzas.

Permitámonos descansar en las praderas verdes y junto a las aguas tranquilas que Dios ofrece en momentos especiales de nuestra vida.

Hermanas, al reflexionar el mensaje del Salmo 23 con el ejemplo de Jesús en el Evangelio, encontramos un llamado refrescante y luminoso a ser pastoras compasivas y cuidadoras, siempre buscando el equilibrio entre servir a los demás y cuidar de nosotras mismas. Que Jesús, manantial de aguas tranquilas nos guíe, nos renueve y nos aliente en nuestro ministerio diario.

Amén.

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