Today marks the last Sunday of Ordinary time. Next Sunday, we will enter the holy season of Advent– a time of preparation and joyful expectation. With the excitement of the upcoming holidays, it might be easy to miss that today we celebrate The Solemnity of Our Lord Jesus Christ, King of the Universe.

Today’s first reading reminds us that the ancient kings were chosen by God, anointed by the people, and were expected to be commanders–great leaders that would shepherd their people through times of war and strife. Ancient kings and queens yielded power. They had wealth and governed their people. Under Saul, David, and Solomon, Israel enjoyed some of its greatest political power and material wealth. That the Messiah would come from the line of David to restore peace meant that the people stood in hopeful expectation of a military hero, a king that would restore the kingdom of Israel to its rightful place. They were God’s chosen people and God had made a promise.

Jesus was the antithesis of the expected king. He was not born into wealth, He was not a military hero, and He did not seek to govern. He was not a king among many but THE King. Saint Paul reminds us of this when he writes:

For in him were created all things in heaven and on earth,
the visible and the invisible,
whether thrones or dominions or principalities or powers;
all things were created through him and for him.
He is before all things,
and in him all things hold together.

Jesus, the King, the one through and for whom all things were created was not lavished with praise and riches as earthly kings often are. Rather than be served, he served even up until the moment of death, taking on humanity’s pain and suffering.

Crucifixions were public spectacles meant to humilate. Luke tells us that the rulers of the time, the Roman soldiers, and one of the two criminals “sneered” and “jeered” and “reviled” Jesus. They challenged Jesus to save himself from the cross:

He saved others, let him save himself
if he is the chosen one, the Christ of God.
If you are King of the Jews, save yourself.
Are you not the Christ?
Save yourself and us.

Disparate groups of people united in the common cause of mockery and humiliation. And yet, in their mockery they speak the truths of our faith: Jesus is the Christ, the chosen one, the King of all. The cross became his throne and mercy his rule.

Mercy, boundless mercy. In the midst of the pain and mockery, there is one person, aside from Mary, his mother, and the followers that were present, that recognizes Jesus for who He is. This individual is not one of Jesus’ disciples nor is he a man of wealth or power. No. He is a criminal. He is crucified with Jesus for crimes that we will never know, but in the end also do not matter. This repentant criminal in his moment of death accepts his guilt and recognizes Jesus for the savior that He is and Jesus offers mercy, forgiveness, love.  

A few days ago, this country witnessed another election season. Candidates spent millions of dollars to earn the right to govern and decide the direction of this nation. We have become an increasingly polarized nation siding with those that wield the power that fits with our ideals or maybe with those that give us a sense of power and privilege over others. But, is that what Jesus teaches us?

Jesus did not come to be served. He washed the feet of His disciples. Jesus did not come to be wealthy. He tells us to stop holding on to our possessions and to follow Him. Jesus did not come to rule with a heavy hand. He came IN love TO love.

The face of Jesus on the cross is mercy. As accessible to you and me as it was to the repentant criminal…if only we see it, if only we grasp it,  if only we respond to it. It is easy to call Jesus King, to proclaim his Kingship, to sing hyms of praise to Christ our King, but it might still challenge us to understand that Jesus flipped what it meant to be a King with a kingdom. We are called to build that kingdom of mercy and love. But, until we see the crucified and resurrected face of our King in the faces of those on the margins, we will not and cannot understand the Kingship of Jesus. Are you willing to see Him in the faces of our migrant family at the border? In the faces of the unhoused in our cities? In the faces of those suffering from mental illnes and addiction? In the faces of members of our interfaith, LGBTQIA, and non-believing communities? In the faces of those we disagree with and those who have hurt us or that we have hurt? Will you see Him in the stranger, the prisoner, the wanderer? Will you see him in the struggle to protect our earth? Will you see Him in the ongoing struggle for racial and economic justice? Will you see Him in me? Will you see Him in you?

May we become more merciful, more loving, and ready builders of the kingdom here and now, so that one day like the psalmist we will say:

“I rejoiced because they said to me,
"We will go up to the house of the LORD."

Hoy marca el último domingo del tiempo ordinario. El próximo domingo entraremos en el tiempo de Adviento, un tiempo de preparación y gran expectativa. Con la emoción de las próximas fiestas, es fácil pasar por alto que hoy celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

La primera lectura de hoy nos recuerda que los antiguos reyes fueron elegidos por Dios, ungidos por el pueblo y se esperaba que fueran comandantes, grandes líderes que guiarían a su pueblo en tiempos de guerra y conflicto. Los antiguos reyes y reinas cedieron el poder. Tenían riquezas y gobernaban a su pueblo. Bajo Saúl, David y Salomón, Israel disfrutó de su mayor poder político y riqueza material. Que el Mesías viniera del linaje de David para restaurar la paz significaba que el pueblo deseaba esperanzadamente un héroe militar, un rey que restauraría el reino de Israel en el lugar que le correspondía. Era el pueblo escogido de Dios y Dios había hecho una promesa.

Jesús era la antítesis del rey esperado. No nació en la riqueza, no fue un héroe militar y no buscó gobernar. Él no era un rey entre muchos sino EL Rey. San Pablo nos lo recuerda cuando escribe:

Cristo es la imagen de Dios invisible,

el primogénito de toda la creación,

porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas,

del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles,

sin excluir a los tronos y dominaciones,

a los principados y potestades.

Todo fue creado por medio de él y para él.

Jesús, el Rey, aquel a través del cual todas las cosas fueron creadas y para quien todas las cosas fueron creadas, no fue colmado con alabanzas y riquezas como lo son a menudo los reyes terrenales. En lugar de ser servido, sirvió incluso hasta el momento de la muerte, asumiendo el dolor y el sufrimiento de la humanidad.

Las crucifixiones eran espectáculos públicos destinados a humillar. Lucas nos dice que los gobernantes de la época, los soldados romanos y uno de los dos criminales “burlaron” e “injuriaron” a Jesús. Retaron a Jesús a salvarse a sí mismo de la cruz:

"A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido".

"Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo"

“Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros".

Diversas grupos de personas  estaban unidas en la causa común de burla y humillación. Y sin embargo, en su burla hablan las verdades de nuestra fe: Jesús es el Cristo, el elegido, el Rey de todos. La cruz se convirtió en su trono y la misericordia en su ley.

Misericordia, misericordia inagotable. En medio del dolor y la burla, hay una persona, además de María, su madre, y los seguidores presentes, que reconoce a Jesús por lo que es. Este individuo no es uno de los discípulos de Jesús ni es un hombre rico o poderoso. No, es un criminal. Está crucificado con Jesús por crímenes que nunca conoceremos yque al final tampoco importan. Este criminal arrepentido en el momento de su muerte acepta su culpa y reconoce a Jesús como el salvador que Él es y Jesús ofrece misericordia, perdón yamor.

Hace unos días, este país fue testigo de otra temporada electoral. Los candidatos gastaron millones de dólares para ganarse el derecho a gobernar y decidir la dirección de esta nación. Nos hemos convertido en un estado cada vez más polarizado que se pone del lado de aquellos que ejercen el poder y que busca ajustarse a los ideales que nos dan sensación de poder y privilegio sobre los demás. Pero, ¿es eso lo que Jesús nos enseña?

Jesús no vino para ser servido, ni para ser rico. Jesús lavó los pies de sus discípulos. Él nos dice que dejemos de aferrarnos a nuestras posesiones y que lo sigamos. Jesús no vino a gobernar con mano dura. Llegó desde el amor hacia el amor.  

El rostro de Jesús en la cruz es misericordia. Tan accesible para ti y para mí como lo fue para el criminal arrepentido... si tan solo lo vemos, si solo lo captamos, si solo respondemos. Es fácil llamar a Jesús Rey, proclamar su realeza, cantar himnos de alabanza a Cristo nuestro Rey, pero quizás aún tenemos el desafío de entender verderaderamente la propuesta de Jesús sobre lo que significa ser un rey con un reino. Estamos llamados a construir ese reino de misericordia y amor. Y, hasta que veamos el rostro crucificado y resucitado de nuestro Rey en los rostros de los marginados, no entenderemos ni podremos entender la realeza de Jesús. ¿Estás dispuesto a verlo en los rostros de nuestras familias migrantes en la frontera? ¿En los rostros de los sin techo de nuestras ciudades? ¿En los rostros de quienes padecen enfermedades mentales y adicciones? ¿En los rostros de los miembros de nuestras comunidades interreligiosas, LGBTQIA y no creyentes? ¿En la cara de los que no estamos de acuerdo y de los que nos han hecho daño o a los que hemos hecho daño? ¿Lo verás en el extraño, el prisionero, el errante? ¿Lo verás en la lucha por proteger nuestra tierra? ¿Lo verás en la lucha constante por la justicia racial y económica? ¿Lo verás en mí? ¿Lo verás en ti?

Que esta sea ocasión para ser más misericordiosos, más amorosos y dispuestos a construir el reino aquí y ahora, para que un día, como el salmista, digamos: ¡Qué alegría sentí cuando me dijeron:

¡"Vayamos a la casa del Señor"!