Dermis
Dermis
de Jesús
de Jesús
Peace be with you, today, Feast of Our Lady of Guadalupe, patron Saint of México and the Americas!
My name is Dermis de Jesús. I developed a devotion to Our Lady of Guadalupe as an adult. In 2010 My husband was diagnosed with a brain tumor that was affecting the optic nerve in his right eye. He underwent brain surgery and radiation therapy. Those were difficult times for my husband especially, but also for us as a family. Our daughter was 7 years old, and our son was 1. I knew that in order to hold them up, I needed the strength of my faith. I prayed and we kept on keeping on. One day we received a package from one of my cousins. It was a throw blanket. We liked the warm fabric and the colors. The blanket covered my husband during the hardest days, my children as they sat next to their dad on the couch, and me, after everyone went to sleep and I needed time to myself. Time passed, my husband was tumor free, adjusting to his partial but permanent loss of vision, and we had two more health scares involving each of our children. At the end of each night, I wrapped myself in that blanket as I repeated, “God is in control”. Then at the Feast of Guadalupe Mass a woman I did not know placed in my hand a little note that simply contained the words of Our Lady to St. Juan Diego: “Am I not here; I who am your mother?” I felt embraced by these words and prayed in gratitude, becoming more aware of how comforting it was to remember that Jesus’ mother, who experienced uncertainty and the pain of seeing her son suffer a terrible death; the one who understood surrendering in faith, was also accompanying my family and me in our times of uncertainty and pain. Months passed and one day a friend of mine was visiting us. She unfolded the throw blanket and said, “oh it’s a Madonna. Which one is it?” It dawned on me that I had never really looked at the image on the blanket, but when I looked, I gasped. It was Our Lady of Guadalupe. She had been with us all this time.
The apparitions of Our Lady of Guadalupe to St. Juan Diego happened in the year 1531, when México was a Spanish colony, ravaged by disease and war, with a significantly reduced Aztec population as a result. She appeared as a mestiza, a woman of color, ‘La Virgen Morena’. And she appeared surrounded by symbolism that was known to the Aztecs- eclipsing the sun, standing on the moon, with a black sash worn high at the waist, as a pregnant woman would; her train carried by an angel with eagle wings. She was a heavenly being covered by a mantle of stars, yet of humble expression and hands joined in prayer. She spoke to Juan Diego in his native language, in Náhuatl. Our Lady of Guadalupe, eased Juan Diego’s concern for his uncle’s health, saying the words that resonated with me: “Am I not here, I who am your mother?” Strengthened by her words, Juan Diego surrendered his worries and stayed focused on delivering Our Lady’s message to the Archbishop, which was to build a shrine in Tepeyac and through this, to continue to spread God’s love for all his children.
To me, the significance of Our Lady of Guadalupe lies in the fact that she came to dwell among a vulnerable community, like today’s first reading says: “I’m coming to dwell among you”. “You shall know that the Lord has sent me to you”. She came to dwell among a vulnerable community, connecting in the most genuine manner, speaking their mother tongue, easing their worries for the wellbeing of family, and identifying herself as mother of God and of all humanity. The woman with the most generous yes in the history of salvation, who was by her son Jesus at his death, and with the apostles on Pentecost, came to say to the Aztecs, and from them, to us, that we are not forgotten, that despite our convoluted histories, we are of God, made worthy of God’s love and attention, and maybe because of where we have been, we can appreciate what the Kingdom of God offers to us.
I imagine Juan Diego saying the words that St. Elizabeth said to Mary during her visit, words recounted in today’s gospel, “How does this happen to me that the mother of my Lord should come to me?” And how many times have we stood in awe of what God has stirred in us through a powerful message, a saintly figure or a lived experience?
Our Lady of Guadalupe recognized the dignity of the people of México, the color of their skin, their language, chose them as messengers. Her message of accompaniment- “Am I not here; I who am your mother?”- resonates with us today as it resonated with St. Juan Diego, and propels us to be courageous in how we respond to God’s calling, in how we spread God’s word and God’s love.
May we have the presence of mind and the synchrony of heart to listen and see the pain of others. May we have words of wisdom and meaningful actions to ease their worries. May we recognize that it is in harmony with one another that we experience God dwelling among us. May we understand that God’s grace is given to all people. It’s God’s wisdom. May we, like our Mother Mary, proclaim the goodness of the Lord and rejoice in God our Savior. Amen.
¡Paz y bien en este día, en que celebramos la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México y de las Américas!
Mi nombre es Dermis de Jesús. Mi devoción a Nuestra Señora de Guadalupe comenzó ya de adulta. En el año 2010 a mi esposo le diagnosticaron un tumor cerebral que le estaba afectando el nervio óptico del ojo derecho. Le hicieron una cirugía y luego le dieron radioterapia. Fueron momentos difíciles para mi esposo especialmente, pero también para el resto de nuestra familia. Nuestra hija tenía 7 años y nuestro hijo 1. Yo sabía que, para poder sostenerlos a ellos, necesitaba la fortaleza de mi fe. Ore mucho y seguimos poniendo todos de nuestra parte. Un día recibimos un paquete de parte de uno de mis primos. Era una frisa o cobija que nos gustó mucho por ser calientita y colorida. Con ella cubrimos a mi esposo en los días más difíciles, a mis hijos cuando se sentaban en el sofá junto a mi esposo, y a mí, cuando al final del día, necesitaba un rato en soledad. Pasó el tiempo, mi esposo terminó su tratamiento y se iba adaptando a su pérdida parcial pero permanente de la visión, y tuvimos dos situaciones más de salud que afectaron a cada uno de nuestros hijos. Al final de cada noche, yo me envolvía en la frisa y repetía, “Dios está en control”. Tiempo más tarde, en la Misa de Nuestra Señora de Guadalupe, una mujer que no conocía puso en mi mano un papelito que simplemente contenía las palabras de Nuestra Señora a San Juan Diego: “¿Acaso no estoy yo aquí; yo, que soy tu madre?” Me sentí abrazada por esas palabras y oré agradecida y más consciente de cuán reconfortante era entender que la madre de Jesús, quien experimentó incertidumbre y vivió el dolor de ver a su hijo sufrir una muerte terrible; la que comprendió mejor que nadie lo que es entregarse a la fe, también nos acompañaba a mi familia y a mí en nuestra incertidumbre y dolor. Meses más tarde, nos visitaba una amiga. Miró la frisa y dijo, oh es una Virgen, ¿cuál de ellas? Me di cuenta de que nunca me había fijado en la imagen específicamente, pero al verla, me impresioné mucho. Era la Virgen de Guadalupe. Había estado con nosotros todo ese tiempo.
Las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego ocurrieron en el año 1531, cuando México era colonia española y estaba devastado por la guerra y la enfermedad, lo cual había reducido significativamente el pueblo Azteca. Ella se apareció como una mujer mestiza, ‘La Virgen Morena’. Y apareció rodeada de simbolismo que era del conocimiento de los Aztecas- eclipsando el sol, parada sobre la luna, con un cinto negro ajustado en la parte alta de la cintura, como acostumbraban las mujeres embarazadas; la cola de su vestido cargada por un ángel con alas de águila. Ella era una criatura del cielo cubierta con un manto de estrellas; sin embargo, de expresión humilde y con las manos juntas en posición de oración. Le habló a Juan Diego en su idioma nativo, en Náhuatl. Nuestra Señora de Guadalupe alivió la preocupación que tenía él por la salud de su tío, diciéndole las palabras que me habían tocado tanto a mí: “¿Acaso no estoy yo aquí; yo que soy tu madre?” Fortalecido por las palabras de Nuestra Señora, Juan Diego entregó sus preocupaciones y se mantuvo enfocado en llevar el mensaje de la Virgen al arzobispo, el cual era que construyeran una capilla en el Tepeyac, y mediante esta acción, continuar llevando el mensaje del amor de Dios hacia todos sus hijos e hijas.
Para mí, la importancia de Nuestra Señora de Guadalupe radica en el hecho de que ella vino a habitar entre una comunidad vulnerable, como dice la primera lectura de hoy: “Vengo a habitar entre ustedes”. “Sabrán que el Señor me ha enviado a ustedes”. Ella vino a habitar entre una comunidad vulnerable, conectando con ellos de la manera más genuina, hablando en su idioma, aliviando preocupaciones sobre el bienestar de sus familias, identificándose como madre de Dios y de todos. Fíjense en esto, la mujer con el sí más generoso en la historia de la salvación, quien estuvo a los pies de Jesús en su muerte y con los apóstoles en el día de Pentecostés, vino a decirle a los Aztecas, y por ellos, a nosotros mismos, que no hemos sido olvidados, que, a pesar de nuestras historias complejas, somos de Dios, hechos dignos del amor y la atención de Dios, y tal vez por las situaciones que hemos vivido, podemos apreciar lo que nos ofrece el Reino divino.
Yo me imagino a Juan Diego diciendo como Santa Isabel cuando recibió la visita de María, relatada en el Evangelio de hoy, “¿Cómo me puede pasar esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” Y nosotras, ¿cuántas veces nos hemos asombrado de como Dios actúa en nuestras vidas a través de un mensaje poderoso, de una figura Santa o de una experiencia de vida?
Nuestra Señora de Guadalupe reconoció la dignidad del pueblo mexicano y su mensaje de acompañamiento a Juan Diego- ¿Acaso no estoy yo aquí; yo que soy tu madre? - resuena en nosotros hoy, como caló en él, y nos impulsa a responder con valentía al llamado de Dios, a transmitir su palabra y a reflejar su amor.
Hermanas y hermanos, ojalá tengamos la sabiduría y el corazón para escuchar y ver el dolor de los demás. Que podamos tener palabras de bendición y acciones relevantes para aliviar las preocupaciones del prójimo. Que podamos reconocer que es en armonía con los demás que podemos sentir a Dios habitando entre nosotros. Que podamos entender que la gracia de Dios es otorgada a todas sus hijas e hijos. Es la sabiduría de Dios. Que podamos, como nuestra madre María, proclamar las bondades del Señor y regocijarnos en Dios nuestro Salvador. Amén.
¡Paz y bien en este día, en que celebramos la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México y de las Américas!
Mi nombre es Dermis de Jesús. Mi devoción a Nuestra Señora de Guadalupe comenzó ya de adulta. En el año 2010 a mi esposo le diagnosticaron un tumor cerebral que le estaba afectando el nervio óptico del ojo derecho. Le hicieron una cirugía y luego le dieron radioterapia. Fueron momentos difíciles para mi esposo especialmente, pero también para el resto de nuestra familia. Nuestra hija tenía 7 años y nuestro hijo 1. Yo sabía que, para poder sostenerlos a ellos, necesitaba la fortaleza de mi fe. Ore mucho y seguimos poniendo todos de nuestra parte. Un día recibimos un paquete de parte de uno de mis primos. Era una frisa o cobija que nos gustó mucho por ser calientita y colorida. Con ella cubrimos a mi esposo en los días más difíciles, a mis hijos cuando se sentaban en el sofá junto a mi esposo, y a mí, cuando al final del día, necesitaba un rato en soledad. Pasó el tiempo, mi esposo terminó su tratamiento y se iba adaptando a su pérdida parcial pero permanente de la visión, y tuvimos dos situaciones más de salud que afectaron a cada uno de nuestros hijos. Al final de cada noche, yo me envolvía en la frisa y repetía, “Dios está en control”. Tiempo más tarde, en la Misa de Nuestra Señora de Guadalupe, una mujer que no conocía puso en mi mano un papelito que simplemente contenía las palabras de Nuestra Señora a San Juan Diego: “¿Acaso no estoy yo aquí; yo, que soy tu madre?” Me sentí abrazada por esas palabras y oré agradecida y más consciente de cuán reconfortante era entender que la madre de Jesús, quien experimentó incertidumbre y vivió el dolor de ver a su hijo sufrir una muerte terrible; la que comprendió mejor que nadie lo que es entregarse a la fe, también nos acompañaba a mi familia y a mí en nuestra incertidumbre y dolor. Meses más tarde, nos visitaba una amiga. Miró la frisa y dijo, oh es una Virgen, ¿cuál de ellas? Me di cuenta de que nunca me había fijado en la imagen específicamente, pero al verla, me impresioné mucho. Era la Virgen de Guadalupe. Había estado con nosotros todo ese tiempo.
Las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego ocurrieron en el año 1531, cuando México era colonia española y estaba devastado por la guerra y la enfermedad, lo cual había reducido significativamente el pueblo Azteca. Ella se apareció como una mujer mestiza, ‘La Virgen Morena’. Y apareció rodeada de simbolismo que era del conocimiento de los Aztecas- eclipsando el sol, parada sobre la luna, con un cinto negro ajustado en la parte alta de la cintura, como acostumbraban las mujeres embarazadas; la cola de su vestido cargada por un ángel con alas de águila. Ella era una criatura del cielo cubierta con un manto de estrellas; sin embargo, de expresión humilde y con las manos juntas en posición de oración. Le habló a Juan Diego en su idioma nativo, en Náhuatl. Nuestra Señora de Guadalupe alivió la preocupación que tenía él por la salud de su tío, diciéndole las palabras que me habían tocado tanto a mí: “¿Acaso no estoy yo aquí; yo que soy tu madre?” Fortalecido por las palabras de Nuestra Señora, Juan Diego entregó sus preocupaciones y se mantuvo enfocado en llevar el mensaje de la Virgen al arzobispo, el cual era que construyeran una capilla en el Tepeyac, y mediante esta acción, continuar llevando el mensaje del amor de Dios hacia todos sus hijos e hijas.
Para mí, la importancia de Nuestra Señora de Guadalupe radica en el hecho de que ella vino a habitar entre una comunidad vulnerable, como dice la primera lectura de hoy: “Vengo a habitar entre ustedes”. “Sabrán que el Señor me ha enviado a ustedes”. Ella vino a habitar entre una comunidad vulnerable, conectando con ellos de la manera más genuina, hablando en su idioma, aliviando preocupaciones sobre el bienestar de sus familias, identificándose como madre de Dios y de todos. Fíjense en esto, la mujer con el sí más generoso en la historia de la salvación, quien estuvo a los pies de Jesús en su muerte y con los apóstoles en el día de Pentecostés, vino a decirle a los Aztecas, y por ellos, a nosotros mismos, que no hemos sido olvidados, que, a pesar de nuestras historias complejas, somos de Dios, hechos dignos del amor y la atención de Dios, y tal vez por las situaciones que hemos vivido, podemos apreciar lo que nos ofrece el Reino divino.
Yo me imagino a Juan Diego diciendo como Santa Isabel cuando recibió la visita de María, relatada en el Evangelio de hoy, “¿Cómo me puede pasar esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” Y nosotras, ¿cuántas veces nos hemos asombrado de como Dios actúa en nuestras vidas a través de un mensaje poderoso, de una figura Santa o de una experiencia de vida?
Nuestra Señora de Guadalupe reconoció la dignidad del pueblo mexicano y su mensaje de acompañamiento a Juan Diego- ¿Acaso no estoy yo aquí; yo que soy tu madre? - resuena en nosotros hoy, como caló en él, y nos impulsa a responder con valentía al llamado de Dios, a transmitir su palabra y a reflejar su amor.
Hermanas y hermanos, ojalá tengamos la sabiduría y el corazón para escuchar y ver el dolor de los demás. Que podamos tener palabras de bendición y acciones relevantes para aliviar las preocupaciones del prójimo. Que podamos reconocer que es en armonía con los demás que podemos sentir a Dios habitando entre nosotros. Que podamos entender que la gracia de Dios es otorgada a todas sus hijas e hijos. Es la sabiduría de Dios. Que podamos, como nuestra madre María, proclamar las bondades del Señor y regocijarnos en Dios nuestro Salvador. Amén.
Dermis de Jesús
Dermis de Jesús
Dermis de Jesús worships and serves at St. Vincent de Paul Parish in Philadelphia. She is active in various ministries, including lay leader of prayer, coordinating and directing the children’s choir, co-coordinating the Spanish language Mass, Eucharistic Minister and lector. She is a past recipient of the St. Vincent de Paul Award, nominated for exemplifying Vincentian values. Dermis is a native of Puerto Rico who calls Philadelphia her second home, where she lives with her husband, Willhem, their children Sofía and Marcos, and their dog, Mario. She holds a bachelor’s degree in Speech Language Therapy from the University of Puerto Rico, and a Master’s in Speech Language Pathology (CCC-SLP) from Temple University. She works with infants (as a neonatal therapist), children, adolescents, and young adults with childhood-onset disabilities/differences in a hospital setting, in addition to guest lecturing in universities in the Philadelphia area. Dermis is a member of Discerning Deacons, whose mission is to engage Catholics in the active discernment of our Church about women and the diaconate. She is committed to synodality as a way forward in the Catholic Church. Dermis is inspired by the Saints and her ancestors. In her free time, you will find her admiring nature, walking the dog, watching movies with her family, chatting with friends and strangers, reading, writing, and swimming (preferably in tropical waters).
Dermis de Jesús profesa su fe y le sirve a Dios en la Parroquia San Vicente de Paúl en Filadelfia. Ella participa activamente en varios ministerios de la parroquia como líder laica, coordinadora y directora del coro infantil, miembro del equipo coordinador de la Misa en español, Ministro Extraordinario de la Eucaristía y lectora. Recibió el premio San Vicente de Paúl en años recientes, al cual fue nominada por ser ejemplo de los valores Vicentinos. Dermis nació y se crió en Puerto Rico y afectuosamente llama a Filadelfia su segundo hogar, donde reside con su esposo, Willhem, sus hijos Sofía y Marcos y el perro de la familia, Mario. Dermis completó sus estudios subgraduados en Terapia del Habla y Lenguaje en la Universidad de Puerto Rico y obtuvo su maestría en Patología del Habla y Lenguaje (CCC-SLP) en ‘Temple University’. Ella trabaja en un hospital y atiende a infantes (como terapista neonatal), niños/as, adolescentes y jóvenes adultos con historial de rezagos/diferencias en el desarrollo, y también ofrece conferencias en universidades del área de Filadelfia. Dermis es miembro de ‘Discerning Deacons’, cuya misión es promover entre los católicos el discernimiento activo de nuestra Iglesia sobre las mujeres y el diaconado. Ella cree en la sinodalidad como algo esencial para el futuro de la Iglesia católica. Dermis encuentra inspiración en los Santos y en sus ancestros/as. En su tiempo libre, la encontrarán admirando la naturaleza, paseando al perro, viendo películas con su familia, hablando con amigos y extraños, leyendo, escribiendo, y nadando (preferiblemente en aguas tropicales).
October 17 at 7pm ET: Join Catholic Women Preach, FutureChurch, contributors to the Year C book, and co-editors Elizabeth Donnelly and Russ Petrus as we celebrate the release of the third and final volume of this ground-breaking, award winning series.
"Catholic Women Preach is one of the more inspiring collection of homilies available today. Based on the deep spirituality and insights of the various women authors, the homilies are solidly based on the scriptures and offer refreshing and engaging insights for homilists and listeners. The feminine perspective has long been absent in the preached word, and its inclusion in this work offers a long overdue and pastorally necessary resource for the liturgical life of the Church." - Catholic Media Association
Advertise with Catholic Women Preach: email Russ at russ@futurechurch.org